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Galgalon
22 juin 2012

Mi fantástica colección de abanicos

Soy una apasionada de los abanicos. Los colecciono desde que era adolescente. Me regalaron mi primer abanico de pequeña, cuanto solo contaba con ocho años. Fue por mi primera comunión. A partir de ahí comenzó mi futura pasión. Y de a poco comencé a coleccionarlos. Mis preferidos son los abanicos de madera. De estos tengo en mi haber unos quinientos cincuenta. Pero mi colección está integrada también por otras muchas variedades. Dentro de mi colección, que tiene unos treinta años de historia, hay abanicos de diferentes países y épocas. El más antiguo que tengo se remonta a la España de Napoleón. Si quisiera podría montar un negocio de abanicos al por mayor. Pero no lo voy a hacer, porque les tengo a todos y a cada uno de ellos mucho cariño. He realizado también exportacion abanicos, sobre todo de Puerto Rico. Allí, las damas, a finales del siglo diecinueve y principios del veinte, empezaron a darle al abanico un uso de lenguaje. Podríamos llamarle el lenguaje corporal del abanico. Hay diferentes leyendas que me causaban mucha risa sobre el significado de los diferentes movimientos con el abanico: Si la señorita o dama se lo abanicaba lentamente sobre el pecho quería decir que estaba soltera. Si por el contrario lo hacía rápidamente y a golpes cortos, significaba que estaba comprometida. Hay preciosos abanicos de madera que datan de esa época. Yo conseguí unos cuantos gracias a la exportacion abanicos. Otro movimiento que me causó especial sensación es el de abrir y cerrar el abanico y ponerlo en la mejilla. Cuando las jóvenes hacían esto querían transmitirle a su pretendiente que le gustaba. Incluso existe un libro que se llama: El amor expresado por medio del abanico. Es muy interesante y en él pueden verse los diferentes significados de los movimientos de abanicos de madera. Evidentemente, como buena coleccionista que soy, también lo tengo en mi poder. Para finalizar mi escrito, quiero mencionar que considero estos artículos como unos de los más bellos y artísticos que existen en el panorama artesanal español. Y evidentemente, jamás se me ocurriría hacer una venta de abanicos al por mayor de los míos. Los conservaré durante toda mi vida y los incluiré en mi testamento para que una vez que yo me muera, mis descendientes puedan disfrutar de esta bella colección.

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